sábado, 25 de enero de 2025

La poesía de Diego de Torres y Villarroel (1693-1770)


Diego de Torres y Villarroel (1693-1770) es una figura fascinante y polifacética dentro del panorama literario español del siglo XVIII. Conocido principalmente por su labor como escritor satírico y astrólogo, su poesía ocupa un lugar especial en su producción, revelando una complejidad que va más allá de su tono burlesco. 

Torres y Villarroel vivió en un período de transición cultural en España, marcado por el ocaso del Barroco y el auge de la Ilustración. Este cambio de paradigmas afectó profundamente a la literatura, que oscilaba entre los excesos formales del barroquismo y el intento de simplificación y racionalización promovido por el Neoclasicismo. Torres y Villarroel mantuvo una postura personal que bebía del Barroco tardío y sus ideales, a la vez que dialogaba con los nuevos aires ilustrados.

Su obra poética es un reflejo de esta tensión. Aunque utiliza recursos barrocos como el conceptismo y la metáfora elaborada, también se acerca a los intereses ilustrados al incorporar observaciones sociales y críticas hacia los vicios y excesos de su tiempo. La figura de Torres, profundamente influida por su formación autodidacta y su agitada biografía (marcada por la pobreza, el desarraigo y su posterior ascenso académico como catedrático de Matemáticas en la Universidad de Salamanca), aporta una voz singular y única dentro del panorama literario del siglo XVIII.

Uno de los aspectos más destacados de la poesía de Torres y Villarroel es su carácter satírico. Influido por escritores como Francisco de Quevedo, Torres utiliza la sátira como un arma afilada para criticar los vicios y defectos de la sociedad española de su tiempo. Sus poemas satíricos están cargados de humor mordaz y una ironía que no deja títere con cabeza: desde las clases altas y el clero hasta las costumbres de la vida cotidiana.

En sus composiciones satíricas Torres denuncia la hipocresía del clero, la corrupción política y la superficialidad de las clases acomodadas. A través de un lenguaje vivo y directo pinta un retrato grotesco pero certero de los excesos de la sociedad barroca. En este sentido, su poesía es una prolongación de la tradición crítica iniciada por Quevedo, pero con un estilo menos hermético y más accesible, adaptado al gusto de un público más amplio.

En uno de sus poemas, Torres escribe:

Vestirse de santo hábito
por ganar el parabién,
mientras la lengua escupe
por monedas o un edén.

Estos versos exponen con claridad la doble moral del clero de su tiempo, subrayando la tensión entre la apariencia de virtud y la corrupción interna.

A pesar de su tono satírico, en la poesía de Torres también encontramos un registro melancólico e introspectivo que revela las inquietudes "existenciales" del autor. En estos poemas, Torres reflexiona sobre el paso del tiempo, la fugacidad de la vida y la inevitabilidad de la muerte, temas recurrentes en la literatura barroca. Esta faceta de su poesía lo vincula con una tradición que incluye a Luis de Góngora y Jorge Manrique, aunque en Torres la expresión de estas ideas se siente más terrenal y menos idealizada.

Por ejemplo, en uno de sus poemas de tono más sombrío, Torres escribe:

Espejo roto del alma,
arena que el río besa,
¿qué será del hombre altivo
si hasta el sol cede su pieza?

Estos versos reflejan una meditación sobre la vanidad humana y el carácter inevitable de la muerte, temas que conectan su poesía con la estética barroca del memento mori. Sin embargo, lo que diferencia a Torres es su enfoque personal y directo, que parece surgir más de una experiencia vital que de una simple imitación de la tradición literaria.

Desde el punto de vista formal, Torres y Villarroel adopta muchos de los recursos del Barroco tardío, como el conceptismo y el uso de imágenes elaboradas. Sin embargo, su poesía no es tan críptica como la de Góngora o Quevedo; Torres se preocupa por mantener un equilibrio entre la riqueza del lenguaje y la claridad expresiva. Esto puede deberse a su intención de llegar a un público amplio, no limitado a las élites cultas.

Un rasgo distintivo de su estilo es el uso de metáforas ingeniosas, que a menudo combinan lo elevado con lo cotidiano. Esta mezcla de registros crea un contraste que acentúa el carácter satírico de muchos de sus poemas, pero también añade profundidad a sus reflexiones más serias.

Aunque la poesía de Diego de Torres y Villarroel no ha recibido tanta atención crítica como su prosa, su obra poética es un testimonio valioso de la transición literaria del siglo XVIII. Su habilidad para combinar la sátira con la introspección, así como su capacidad para adaptarse a las expectativas de un público diverso, lo convierten en una figura singular dentro del panorama literario español.

En el contexto contemporáneo, su poesía ofrece una oportunidad para reflexionar sobre cuestiones universales (como la hipocresía, el paso del tiempo y la fragilidad humana) desde una perspectiva profundamente enraizada en la experiencia histórica y cultural de su época.

Diego de Torres y Villarroel fue mucho más que un poeta satírico o un escritor ocasional: fue un cronista de su tiempo, capaz de capturar tanto los excesos y defectos de la sociedad como las preocupaciones más íntimas del ser humano. Su poesía, marcada por la tensión entre el humor mordaz y la melancolía, sigue siendo relevante como espejo de una época de cambios y como expresión de las inquietudes universales que trascienden los siglos.

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