En el siglo XX, el concepto de género literario ha sido objeto de debate y reformulación. Tres aspectos clave han marcado su estudio: la negación de los géneros por parte de Croce, la reinterpretación del concepto en el marco de nuevas teorías literarias y la relación entre género y comunicación literaria. Benedetto Croce, en su Estética, rechaza la existencia de los géneros literarios, argumentando que la individualidad de cada obra impide su clasificación en categorías fijas. Aunque su postura influyó en la crítica idealista, su negación ha servido de estímulo para una mayor precisión en la definición del concepto.
A pesar del escepticismo de Croce, la teoría literaria del siglo XX ha revitalizado el estudio de los géneros. Mijaíl Bajtin los analiza en el contexto del discurso y la comunicación lingüística, mientras que Roland Barthes y Julia Kristeva los vinculan con la semiótica y los modelos estructurales del texto. Bajtin, en particular, introduce la distinción entre forma arquitectónica (valores cognitivos y éticos) y forma composicional (estructura técnica de la obra), aplicándola a géneros como la novela, el drama y la lírica.
Enfoques pragmáticos, como el de Marie-Laure Ryan, integran la teoría de los actos de lenguaje en el estudio del género. Jean-Marie Schaeffer asocia los géneros con funciones comunicativas específicas, como la poesía lírica con la expresión subjetiva o la narración con la función representativa del lenguaje.
La épica puede abordarse desde dos perspectivas: como un modo fundamental de la poesía o como un género con características formales específicas.
Teóricos como Goethe, Schleiermacher y Hegel la definen como una forma de poesía objetiva o representativa. Emil Staiger enfatiza su carácter narrativo, su objetividad en el tiempo y el espacio y su tendencia a la fijación de identidades mediante fórmulas estereotipadas.
Desde Platón y Aristóteles, la épica ha sido asociada con la narración, en contraste con la tragedia, que es una forma dramática. Aristóteles la define en su Poética como un género narrativo en verso que imita acciones humanas mediante la fábula, el carácter y la elocución.
Desde Homero hasta la épica caballeresca y la novela moderna, el género ha evolucionado. Rafael Lapesa establece una clasificación que abarca epopeyas tradicionales, romances, poemas épicos cultos y didácticos.
En la teoría romántica y moderna, la novela ha sido considerada la sucesora de la épica en la literatura moderna. Hegel la define como "la épica de la burguesía", y György Lukács sostiene que la novela refleja la fragmentación de la experiencia moderna, a diferencia de la épica clásica, que expresaba una cosmovisión unificada. Bajtin, por su parte, enfatiza el carácter evolutivo y dinámico de los personajes novelescos en contraposición al héroe épico.
En conclusión, el siglo XX ha transformado el concepto de género literario, alejándose de su rigidez clásica y adaptándolo a modelos discursivos y comunicativos. La épica, aunque ha evolucionado, sigue siendo una categoría clave en la teoría literaria, vinculada estrechamente con la novela y la narrativa moderna.
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