En el siglo XVI, se produjo una disputa sobre la clasificación de las partes de la retórica, con diferentes pensadores como Felipe Melanchton, Luis Vives y Pierre de la Ramée presentando enfoques distintos sobre las funciones de la retórica, la dialéctica y el estilo. La enseñanza de la retórica, aunque relevante, se redujo a cuestiones estilísticas, y su estudio estuvo estrechamente ligado al redescubrimiento de los textos clásicos, como los de Cicerón, Quintiliano y Platón, que impulsaron el resurgimiento de la disciplina.
En cuanto a los humanistas más influyentes, se destacan figuras como Erasmo de Rotterdam, quien amplió la visión de la retórica a una práctica más amplia y estilística, y Pierre de la Ramée, que redujo la retórica a la elocutio. Además, la querella ciceroniana debatió sobre el estilo de Cicerón y su aplicación a la oratoria, enfrentando a diferentes pensadores como Erasmo y Pietro Bembo.
El Concilio de Trento también influyó en la retórica, reformando la oratoria sagrada y promoviendo una mezcla entre la elocuencia cristiana y la clásica. Durante el siglo XVII, la retórica experimentó una decadencia, con una preponderancia de un estilo barroco, recargado y ornamentado. Sin embargo, la crítica a esta tendencia también dio lugar al surgimiento de un "estilo científico", que buscaba un mayor equilibrio en la expresión.
En España, la influencia de la retórica clásica se mantuvo, pero se vio marcada por el conceptismo, especialmente en la obra de Baltasar Gracián. La retórica en este periodo se centró más en el estilo decorativo que en la persuasión, y la práctica oratoria estuvo dominada por los jesuitas, que intentaron adaptar la retórica a las necesidades religiosas y educativas de la época.
Finalmente, en Francia, la retórica pasó por una fase de renovación, especialmente con figuras como Fénelon, que propugnó un enfoque más sencillo y centrado en la persuasión mediante la verdad, en lugar de la ornamentación excesiva. Esto contribuyó a un cambio de paradigma hacia una oratoria más sencilla y efectiva, contrastando con el estilo barroco predominante en otras partes de Europa.
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