El lenguaje poético se distingue del uso cotidiano del lenguaje por su tendencia a desafiar las estructuras lingüísticas convencionales, generando una percepción intensificada del mensaje. Sklovski propuso que la función del arte es romper la automatización perceptiva a través de la singularización y la dificultad formal. Jakobson reforzó esta idea, señalando que la poesía convierte el lenguaje en un fin en sí mismo, destacando la importancia de los tropos para hacer más visible el objeto descrito.
El Círculo Lingüístico de Praga amplió estas ideas, estableciendo una diferenciación entre lengua literaria y lengua poética, donde esta última confiere autonomía a los signos lingüísticos. Mukarovsky y Havránek analizaron la función estética dentro de un esquema comunicativo más amplio, clasificando el lenguaje según sus usos: conversacional, técnico, científico y poético.
Desde la estilística, Riffaterre propuso que el estilo literario surge cuando el texto introduce elementos inesperados dentro de un contexto, generando un efecto de extrañamiento. Alarcos Llorach y otros estudiosos aplicaron estos principios a la poesía española, destacando cómo ciertas expresiones adquieren fuerza estilística por su capacidad de sorprender al lector.
La gramática generativa también ha influido en los estudios del lenguaje poético, identificando grados de desviación respecto a la norma lingüística. Levin y Thorne argumentaron que la poesía utiliza estructuras gramaticales que se sitúan en el límite del lenguaje estándar, lo que puede hacer que su lectura se asemeje al aprendizaje de un idioma extranjero.
En cuanto a la descripción de la lengua literaria, diversas teorías han clasificado sus recursos estilísticos en función de niveles lingüísticos (fónico, sintáctico, semántico) o tipos de operaciones (supresión, adjunción, permutación). La retórica tradicional también ha influido en este análisis, proponiendo que las figuras literarias son "adornos del estilo" destinados a embellecer el discurso.
Finalmente, la retórica clásica griega estableció las bases para el estudio del discurso persuasivo. Desde Córax y Tisias, que sistematizaron las partes del discurso judicial, hasta los sofistas como Protágoras y Gorgias, quienes desarrollaron técnicas argumentativas basadas en la probabilidad y la antítesis, la oratoria se consolidó como una herramienta clave en la formación ciudadana. Isócrates y los logógrafos, por su parte, perfeccionaron la adaptación del estilo a los diferentes tipos de audiencia, marcando una evolución en la elocuencia retórica que influyó en la tradición occidental.
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