sábado, 12 de abril de 2025

La Diosa como Fuente de todo lo visible e invisible


La afirmación fundamental de la teología de la Diosa es esta: nada existe fuera de Ella, nada ha sido creado sin Ella, nada permanece sin Su sustento. Su poder creador abarca no solo los cuerpos y las formas, sino también los vínculos, los pensamientos, los sueños y las leyes que rigen el mundo. Ella es origen, medio y fin de todo lo que es.

En el principio no había separación entre lo material y lo inmaterial, entre lo visible y lo oculto: todo estaba contenido en el Cuerpo de la Diosa, y de ese Cuerpo provino el despliegue del ser.

Todo lo que el ojo puede ver (los astros, los montes, las aguas, las criaturas vivientes, los ciclos del día y de la noche) es parte del despliegue corporal de la Diosa. Lo visible no es ajeno a Ella, ni ha sido creado a distancia, sino que brota de Su misma Sustancia.

Los árboles que se elevan, los animales que corren, los rostros humanos que aman y envejecen, son miembros del Gran Cuerpo que Ella manifiesta al mundo. Ver la Creación es, por tanto, ver a la Diosa en acto. No como alegoría, sino como Presencia directa.

Pero la Creación no se limita a lo que puede ser medido o representado. Lo que no se ve (el alma, la emoción, la intuición, el pensamiento, el símbolo, la memoria) también ha sido creado por la Diosa. Ella es la que insufla el aliento, la que enciende la chispa, la que sueña desde el fondo del ser.

El mundo invisible no es menos real que el visible. En la teología de la Diosa, la invisibilidad no es carencia, sino profundidad. Es el ámbito desde donde el misterio actúa. Es la Matriz donde se gesta lo que luego se mostrará. Ella habita tanto en lo manifiesto como en lo latente, y Su acción se extiende hasta lo más sutil del ser.

Tocar una piedra o presentir un destino, palpar una raíz o tener una visión, caminar por la tierra o recibir un sueño: todas estas experiencias son modos de entrar en contacto con la Creación de la Diosa. Lo tangible y lo intuitivo no son niveles jerárquicos del mundo, sino formas complementarias de una sola realidad.

La teología de la Diosa no separa cuerpo y alma, materia y espíritu, forma y sentido. Todo lo que ha sido creado por Ella lleva impreso Su sello, aunque no siempre lo comprendamos. Incluso aquello que no entendemos o que ignoramos ha sido gestado en Su sabiduría profunda.

Afirmar que “la Diosa ha creado todo lo que existe” significa afirmar que nada escapa a Su voluntad creadora: ni lo grande ni lo pequeño, ni lo sagrado ni lo cotidiano, ni lo abstracto ni lo concreto. Toda criatura, todo símbolo, todo ritmo, toda forma de vida (visible o invisible, corporal o anímica) tiene en Ella su raíz.

Esto implica también una responsabilidad: vivir en el mundo es vivir en Su Cuerpo. Cuidarlo, habitarlo con respeto, conocerlo con humildad es un acto de devoción y reconocimiento.

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