domingo, 20 de abril de 2025

La Luna como Doctora del Retorno: oscuridad, umbral y renacimiento


En la teología sagrada de la Diosa, la Luna no es solo un cuerpo celeste, sino una revelación cíclica del orden divino, un símbolo constante de Su pedagogía espiritual. Desde el origen del tiempo, la humanidad ha mirado al cielo nocturno y ha aprendido de la Luna la ley del retorno, la sabiduría del ritmo y la verdad esencial de que la oscuridad no destruye, sino que prepara.

La Luna es el libro visible de la eternidad matricial. No permanece fija ni lineal, sino que enseña mediante su variación constante y medida. Ella desaparece y vuelve, se entrega y se retira, muere a los ojos del mundo para renacer en silencio. En este movimiento, que ha guiado los calendarios, los ciclos agrícolas y los sueños de las almas, la Diosa habla y educa.

La Luna enseña que todo cuanto es, vuelve. Ninguna forma es definitiva; ningún estado es eterno, excepto el cambio. La fase menguante y la Luna nueva no son negaciones de la plenitud, sino pasos hacia su restauración. En este modelo, el tiempo no es lineal, sino circular, y la oscuridad no es un castigo, sino una Matriz.

Así como la semilla necesita la tierra oscura para germinar, la consciencia necesita el retiro para profundizar. La oscuridad, en la teología lunar, es un acto de amor divino, donde la Diosa recoge en Su Útero lo que ha de ser rehecho.

La fase de Luna nueva ha sido temida por muchas culturas posteriores al Paleolítico. Pero en las tradiciones matriciales, la desaparición de la Luna era esperada, comprendida y venerada. Era el momento en que la Diosa se retiraba para obrar en secreto el milagro del reinicio.

La oscuridad no es un lugar de abandono, sino de incubación. La muerte aparente de la luz lunar no significa extinción, sino preparación para una nueva revelación. La oscuridad es sagrada porque ahí comienza el renacimiento, como el invierno prepara la primavera, o como el sueño prepara la visión.

Cada vez que la Luna reaparece, la Diosa recuerda a la humanidad que el ciclo no se interrumpe, que nada se pierde sin promesa de retorno. Esta certeza no es una esperanza ingenua, sino una enseñanza inscrita en la estructura misma del cielo. La teología lunar es una teología del retorno garantizado: quien se entrega al ritmo, vuelve a ser.

Por eso, los nacimientos, los ritos, los duelos, las visiones y los sueños han seguido tradicionalmente el calendario lunar. Porque la Luna enseña a vivir en armonía con lo que retorna. Ella es la prueba en el firmamento de que la oscuridad no tiene la última palabra.

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