El progresismo ciego es la obsesión moderna por el movimiento, la aceleración y el “progreso” sin preguntarse por la finalidad última. La modernidad, al perder la noción de télos (fin, meta), convierte la velocidad y la innovación en fines en sí mismos. En ese sentido, la ideología del progreso es un puro desplazamiento sin destino.
Sin embargo, no existe una sola dirección universal válida ni un “sentido de la historia” en clave hegeliano-marxista. Lo importante no es tanto “encontrar la dirección correcta” en abstracto, sino recuperar raíces, tradiciones, identidades concretas y orientaciones plurales que permitan a cada pueblo o cultura decidir hacia dónde quiere ir. Depende de la memoria histórica, la identidad cultural y la fidelidad a una tradición que permita dar sentido al movimiento.