lunes, 24 de febrero de 2025

VUELO

 Al correligionario Luis Efraín Cabrera López


Yo me inclino sobre el pozo de la noche. Mi aliento es un rastro de hueso quemado una grieta abierta en el pulso del aire. El tambor retumba en la espalda del trueno los cuernos del bisonte parpadean en la bruma el aullido del lobo
                   talla círculos en la piedra


Ver
donde la tribu no ve
donde la luz es un párpado cerrado
donde la sombra se enrosca en su propia cola

Alas lleno el pecho
se incendia en mi lengua la voz del ciervo
mi carne
ya es solo un eco
en la piel de la cueva

Una serpiente de humo sujeta mis huesos
tiembla en mi frente el ojo del águila


Nada (me) pesa

No 
       hay 
              mun
                       d
                          o


                                Solo el viento soplando al borde del abismo
                                solo el salto ciego que atraviesa la nada


Vuelvo
mis pies besando lo existente
el fuego en el pecho aún no extinguido
He visto
He oído
El bisonte me ha dado un nombre nuevo
Ahora
            en la ceniza de mi sombra
vosotros recogéis el fulgor de mi viaje




sábado, 22 de febrero de 2025

Literatura, sociedad y crítica sociológica


El concepto de decoro lingüístico establece que los personajes en una obra deben hablar según su estatus social, profesión y procedencia. Horacio y Cicerón destacan la importancia de este principio en la creación literaria. Ejemplos en La Celestina y Don Quijote muestran cómo algunos personajes cuestionan el uso inadecuado del lenguaje según su posición social. Mijaíl Bajtín desarrolla una teoría sobre la polifonía literaria, analizando la coexistencia de diversas voces en una obra, lo que refuerza la relación entre literatura y sociedad.

La crítica sociológica estudia las relaciones entre literatura y sociedad, integrando disciplinas como historia, filosofía y semiótica. Desde el siglo XIX, autores como Madame de Staël y Taine analizaron el arte como reflejo de su contexto social. El marxismo introdujo un enfoque sistemático, con Marx y Engels argumentando que las ideas y la producción cultural están determinadas por las condiciones económicas. La crítica sociológica marxista fue desarrollada por György Lukács y Lucien Goldmann, quienes analizaron el realismo literario como reflejo de las fuerzas sociales.

Se distingue entre crítica sociológica (que estudia la sociedad como origen de la obra) y sociología de la literatura (que analiza la literatura como fenómeno social y objeto de consumo). La sociología de la literatura, representada por Robert Escarpit y el grupo NIKOL, aplica métodos empíricos para estudiar el impacto social de la literatura.

Marx y Engels no formularon una teoría literaria sistemática, pero sus escritos sugieren que la literatura es un reflejo de las relaciones de producción. Engels distingue entre literatura de tendencia (con contenido político explícito) y realismo literario (que representa fielmente la sociedad). Lukács refuerza esta idea y sostiene que la mejor literatura es la realista, pues capta las contradicciones sociales y la esencia del cambio histórico.

Plejanov intenta establecer una teoría científica del arte, identificando el "punto de vista de clase" en la literatura. Lenin y Trotski también influyen en la teoría marxista del arte, mientras que Lunacharski y Caudwell buscan vincular estética y materialismo histórico. En la Escuela de Frankfurt, Adorno y Benjamin exploran el arte como forma de resistencia social, promoviendo una crítica cultural más amplia.

Goldmann desarrolla el estructuralismo genético, combinando marxismo y estructuralismo. Sostiene que las visiones del mundo de un grupo social influyen en la literatura y que el crítico debe identificar estructuras homólogas entre la obra y su contexto social. En su análisis del nouveau roman francés, argumenta que la desaparición del personaje y la autonomía del objeto reflejan cambios en la economía y la alienación del individuo en el capitalismo.

El estudio de la literatura desde una perspectiva sociológica muestra su papel como reflejo y agente de cambio social. Desde el decoro lingüístico hasta el marxismo y el estructuralismo genético, la literatura es vista como un fenómeno profundamente enraizado en su contexto social y en la dinámica de poder de cada época.

sábado, 15 de febrero de 2025

Poesía, psicología y sociedad en la teoría literaria


El poeta es visto como un intérprete de los dioses, un canal de inspiración divina, según la tradición platónica. Cicerón y otros autores clásicos refuerzan la idea de la poesía como un furor o trance. En este contexto, la oposición entre ingenio y arte (inspiración natural vs. técnica) ha sido central en la teoría literaria, como se refleja en Horacio, Aristóteles y tratadistas del Siglo de Oro español.

La psicología ha sido clave en el estudio de la literatura. Wellek y Warren identifican cuatro áreas de intersección: estudio psicológico del escritor, del proceso creador, psicología de los personajes y efecto de la literatura en los lectores.

Freud relaciona el proceso creativo con el juego, el sueño y la fantasía. El poeta es visto como alguien que transforma recuerdos reprimidos en arte, permitiendo a los lectores disfrutar sus propias fantasías sin culpa. Autores como Castilla del Pino y Charles Mauron han desarrollado teorías que analizan la obra como reflejo de la psique del autor.

Desde Aristóteles, se ha subrayado la importancia de la coherencia psicológica en los personajes. Freud también estudió tipos de carácter en la literatura, como el "delincuente por sentimiento de culpabilidad" o aquellos que "fracasan al triunfar". La crítica moderna, como la estética de la recepción de Jauss, analiza cómo el lector se identifica con los personajes.

Freud estudió la literatura como un espacio donde los conflictos psíquicos se expresan simbólicamente. Su método de análisis de los sueños se aplicó a la literatura, estableciendo similitudes entre la ficción y el proceso onírico. Mauron, con su método psicocrítico, identificó patrones inconscientes en los textos, mientras que la crítica moderna enfatiza la interacción entre texto y lector.

La literatura tiene un fuerte componente social, desde su origen en la educación griega hasta su censura en distintas épocas. Platón defendió la censura de los poetas si sus obras afectaban la moral pública. La teoría de los tres estilos, desde Cicerón hasta el Siglo de Oro, vincula el lenguaje con las clases sociales. El principio del decoro lingüístico establece que la forma debe adecuarse al contenido y al público.

La literatura se entiende como un fenómeno complejo donde confluyen inspiración, técnica, psicología y sociedad. Su análisis ha evolucionado desde la visión clásica hasta enfoques modernos como la estética de la recepción y el psicoanálisis, mostrando su inagotable capacidad de significación.

sábado, 8 de febrero de 2025

La función de la literatura: filosofía, estética y conocimiento


Platón critica la poesía de Homero, ya que en la cultura oral su obra se confundía con el saber, y los presocráticos la rechazaban por atribuir actos inmorales a los dioses. En La República y Las Leyes, Platón considera que la literatura es una imitación falsa que no enseña la verdad y que tiene un efecto subversivo sobre el alma, fomentando emociones descontroladas y perjudicando la moral. De ahí su defensa de la censura literaria.

Aristóteles, en contraposición a Platón, sostiene que la literatura tiene una función filosófica y cognitiva. Destaca la catarsis como el efecto purificador de la tragedia, ayudando a gestionar las pasiones. Autores como Galvano della Volpe interpretan la catarsis desde una perspectiva racional, mientras que Umberto Eco distingue entre una visión dionisíaca (identificación emocional) y una apolínea (distanciamiento intelectual).

Lukács plantea que la literatura debe reflejar la realidad de forma comprensible e intensa, sin aspirar a una reproducción total de la vida. Su teoría del realismo se vincula con la idea aristotélica de la verosimilitud. Herbert Read refuerza la idea de que el arte es clave en el desarrollo de la conciencia humana, coincidiendo con posturas románticas.

La literatura cumple tanto una función cognitiva (educativa, imitativa) como una placentera (relacionada con la psicología del placer estético). Además, su estudio implica factores extrínsecos como la relación con la sociedad y otras artes.

Se exploran las relaciones entre literatura y otras artes a través de la comparación de temas y estilos. Desde Simónides de Ceos hasta Lessing, se han establecido paralelismos entre poesía y pintura. Horacio acuñó la frase ut pictura poesis, mientras que Lessing distinguió entre artes del espacio (pintura, escultura) y del tiempo (literatura, música). El siglo XX desarrolló enfoques estructuralistas y semióticos para estudiar la literatura dentro de un sistema de signos.

Desde Platón, se ha discutido la inspiración poética como resultado de un impulso divino. En tiempos modernos, la psicología contribuye a explicar la creatividad literaria y la experiencia del lector, considerando el impacto emocional y cognitivo de la obra artística.

En conclusión, la literatura ha sido analizada desde múltiples ángulos: filosófico, estético, cognitivo y psicológico. Su función abarca desde la imitación y el conocimiento hasta el placer y la influencia en la sociedad, estableciendo vínculos con otras artes y disciplinas. 

sábado, 1 de febrero de 2025

La literatura: definiciones, funciones y perspectivas teóricas


El concepto de literatura ha variado con el tiempo. Inicialmente, el término hacía referencia al saber en general, pero a partir del siglo XVIII se consolidó como el conjunto de textos artísticos. No obstante, su definición sigue siendo ambigua, ya que también puede referirse a la teoría literaria, a las producciones de una época o nación, o incluso a obras sobre distintas disciplinas (literatura médica, jurídica, etc.).

Existen dos enfoques principales para definir la literatura. Las definiciones estructurales se centran en la forma y características internas del texto literario. Wellek y Warren, por ejemplo, identifican dos elementos esenciales: el lenguaje autotélico (que destaca por sí mismo) y la creación de un mundo ficticio. Esta visión tiene sus raíces en Aristóteles, quien definió la poesía como un arte imitativo con reglas y un lenguaje especial.

Las definiciones funcionales consideran la literatura dentro de un sistema social más amplio. Todorov rechaza las definiciones estructurales y propone que la literatura es aquello que funciona como tal dentro de una sociedad. Desde esta perspectiva, la literatura se estudia en relación con su contexto histórico, político y cultural. Autores como Lukács o Eagleton adoptan una visión marxista, viendo la literatura como una parte del proceso ideológico y social.

Más recientemente, la literatura se ha abordado desde la semiótica y la comunicación. Mukarovsky y Lotman la interpretan como un sistema de signos con propiedades textuales y pragmáticas específicas. La obra literaria es un mensaje cuyo contexto no necesariamente coincide con el del autor y el lector, como señala Lázaro Carreter.

Las funciones de la literatura han sido objeto de debate desde la antigüedad. En la tradición clásica, Horacio estableció dos grandes propósitos: deleitar y enseñar (dulce et utile). Este esquema fue desarrollado por teóricos como Luzán en el neoclasicismo, quien analizó la utilidad moral e intelectual de la literatura y su capacidad para generar placer estético mediante la elocuencia y la belleza formal.

Desde el siglo XX, se han distinguido dos funciones principales: la función placentera, asociada a la catarsis, la evasión o el goce estético; y la función doctrinal o cognoscitiva, relacionada con la transmisión de conocimientos, valores y visiones del mundo. En esta línea, la literatura se ha entendido como una forma de conocimiento (Aristóteles, Lukács) o como un vehículo ideológico (Sartre, Barthes, Dubois).

Definir la literatura sigue siendo un reto, pues sus límites son cambiantes y dependen de factores históricos y sociales. Las posturas estructurales buscan sus propiedades intrínsecas, mientras que las funcionales la analizan en relación con su contexto. La semiótica, por su parte, ofrece una visión integradora. Asimismo, la literatura cumple múltiples funciones, desde el entretenimiento hasta la transmisión de saberes e ideologías, lo que refuerza su relevancia en la cultura humana.

"HISTORIAS DEL KRONEN" (1995) DE JOSÉ ÁNGEL MAÑAS

Historias del Kronen (1994) de José Ángel Mañas marcó un antes y un después en la literatura española de los años 90. La obra no solo retrata una generación desencantada y hedonista, sino que también propone una narración que se aleja de la tradición realista para acercarse a una estética posmoderna, fragmentaria y nihilista. 

La novela se inscribe en una España de finales del siglo XX que vive los efectos de la consolidación democrática y la plena integración en la Unión Europea. La juventud de la época, liberada de las preocupaciones políticas de generaciones anteriores, se sumerge en una cultura de consumo y placer inmediato, sin una dirección clara. Este trasfondo es crucial para entender la desorientación de los personajes y la falta de propósito que caracteriza la novela.

Podemos analizar la narración de Mañas como un ejercicio de elocutio basada en un estilo directo, fragmentario y acelerado, con diálogos que imitan la oralidad callejera. La novela prescinde de descripciones largas y prefiere la inmediatez de la acción, lo que la acerca a una estética cinematográfica.

El extrañamiento se produce a través de una narración que rompe con las convenciones de la novela realista. Mañas emplea técnicas como el monólogo interior y una estructura no lineal que refuerza la sensación de caos y desenfreno. En este sentido, la obra se sitúa dentro de la tradición de la novela urbana contemporánea, donde el espacio de la ciudad es un personaje más que influye en la conducta de los protagonistas.

Podemos leer Historias del Kronen como una crítica a los grandes relatos modernos. No hay redención ni evolución del personaje, tan solo una deriva constante en un mundo sin valores absolutos. La falta de profundidad emocional en los protagonistas refuerza la idea de que la identidad es una construcción efímera y superficial.

Los actos violentos en la novela pueden leerse como una forma de comunicación extrema dentro de una generación que ha perdido otras formas de expresión. La falta de un lenguaje afectivo lleva a los personajes a la acción destructiva como medio para sentirse vivos.

La estructura de la novela responde a una estrategia para mantener la atención del lector contemporáneo. La rapidez de la narración y la falta de momentos de introspección obligan al lector a reconstruir el sentido del texto en un proceso de lectura activo.

Historias del Kronen utiliza un lenguaje que imita la oralidad juvenil de los años 90. Esta elección estilística busca autenticidad y refuerza la sensación de inmediatez y veracidad.

El protagonista, Carlos, puede entenderse como un narrador poco fiable. Su discurso, cargado de cinismo y apatía, no permite distinguir entre realidad y exageración, lo que genera un efecto de distanciamiento en el lector. Los demás personajes, como Roberto o Fierro, no tienen un desarrollo psicológico profundo, lo que refuerza la idea de que la novela no busca un realismo psicológico sino una representación de la alienación.

La novela generó una respuesta inmediata en el público joven, que se identificó con los personajes y sus experiencias. La crítica, sin embargo, se dividió entre quienes la consideraban un testimonio generacional valioso y quienes la acusaban de glorificar la violencia y la falta de valores.

Historias del Kronen reformula el bildungsroman tradicional, ya que no hay una evolución del personaje, sino un estancamiento. En lugar de un viaje hacia la madurez, la novela muestra una caída hacia la autodestrucción.

Desde una perspectiva amplia, Historias del Kronen es un texto que desafía las convenciones narrativas y estéticas de la novela tradicional. Su estructura fragmentaria, su estilo directo y su enfoque en una generación desencantada la convierten en una obra clave para entender la literatura española contemporánea. La novela no solo retrata una realidad social, sino que también juega con las posibilidades del lenguaje y la narración para transmitir un mensaje de vacío y desesperanza.



La brujería es un camino que atrae a quienes sienten el llamado de lo oculto, la conexión con lo invisible y la presencia de fuerzas ancestrales. A lo largo de la historia, la imagen de la bruja ha sido moldeada tanto por sus practicantes como por quienes los persiguieron, generando una narrativa donde el cruce de límites, los vuelos espirituales y la comunión con los muertos forman parte de su esencia. Sin embargo, la verdadera naturaleza de la brujería va más allá de estos relatos y se hunde en una cosmovisión profunda, donde la relación con el Otro Mundo es tan real como la que se tiene con lo tangible.

Las antiguas creencias populares, antes consideradas meras supersticiones, han sido reexaminadas desde la perspectiva de estudios comparativos con prácticas chamánicas en diferentes culturas. Investigaciones como las de Carlo Ginzburg y Emma Wilby han demostrado que la experiencia de las brujas no era solo un producto de la imaginación o de la represión inquisitorial, sino una forma de interacción con realidades espirituales que existían en la mentalidad de la época. La brujería, lejos de ser una práctica homogénea, abarcaba un amplio espectro de funciones dentro de sus comunidades: desde la curación y la protección hasta la maldición y el daño.

Este camino no se basa en dogmas ni en estructuras religiosas convencionales, sino en la vivencia directa del misterio y el contacto con lo sagrado. No todo en la brujería es luz y armonía; también implica enfrentar la propia oscuridad y aprender a canalizarla en formas útiles. La aceptación del lado sombrío de la naturaleza humana permite un equilibrio más profundo y auténtico con el mundo y con uno mismo.

Las prácticas brujeriles están arraigadas en el respeto por los ciclos naturales y en el reconocimiento de la interconexión con el entorno. Desde tiempos remotos, los humanos han entendido su existencia en relación con la tierra, los astros y los ritmos de la vida. La espiritualidad de los antepasados no se limitaba a un culto agrario, sino que formaba parte de una visión animista donde cada elemento del mundo poseía conciencia y energía. Con el tiempo, esta conexión se fue perdiendo, dando lugar a una concepción de la realidad fragmentada, donde lo visible y lo invisible quedaron separados. Sin embargo, el vínculo con el mundo espiritual nunca desapareció por completo, y su recuperación implica un regreso a una comprensión más integral del cosmos.

La brujería tradicional busca restaurar este vínculo sin necesidad de intermediarios religiosos. Su esencia no es la adoración de dioses distantes, sino la interacción con espíritus, fuerzas naturales y ancestrales. Su conocimiento no se encuentra en textos sagrados, sino en el folclore, en los mitos y en las experiencias personales. Para muchos, esto supone un proceso de reconstrucción y renacimiento interno, una transformación en la que el cerco entre los mundos se disuelve hasta dejar de ser una barrera.

Las festividades estacionales y los rituales ligados a la naturaleza representan una de las formas más antiguas de celebrar esta conexión. A través de ellas, se honra el paso del tiempo, el equilibrio entre la vida y la muerte y el papel de los espíritus en el devenir del mundo. En un tiempo donde el ser humano se ha alejado de su entorno, estas prácticas permiten recuperar el sentido de pertenencia y la sabiduría que habita en la tierra y en los ciclos del cosmos.

Responder al llamado de la brujería no es simplemente una elección, sino una vocación que se manifiesta de múltiples formas: a través de un linaje, de una experiencia espiritual inesperada o de la enseñanza de otro practicante. Quien sigue este camino lo hace con plena conciencia de sus implicaciones, asumiendo un papel dentro del equilibrio de fuerzas que rigen el destino. La brujería no es un refugio para escapar del mundo, sino una forma de integrarse en él con una mirada más profunda, reconociendo la presencia de lo invisible en cada aspecto de la existencia.