viernes, 31 de enero de 2025

"Salmo 50" ("Conversión de la estatua de sal", Sevilla, Isla de Siltolá, 2023)


Desde el enfoque de la retórica clásica, Salmo 50 utiliza múltiples tropos y figuras de pensamiento, generando una gran carga simbólica y emotiva. Destacan las metáforas visionarias (“relámpago de nieve”, “vientre como una daga”, “un corazón donde se refleja el mediodía”), que evocan una realidad transfigurada y ritual; la repetición de estructuras, que refuerza el tono de plegaria, típico del salmo bíblico; antítesis y oxímoros.

El poema construye una atmósfera donde el lenguaje poético no describe una realidad objetiva, sino que crea su propio universo simbólico.

La oposición entre elementos naturales y religiosos (“cabrito”, “araña”, “huesos quebrados”, “fuego”, “selvas”) genera un lenguaje que evoca tanto lo telúrico como lo sagrado.

Salmo 50 pertenece a la poesía lírica pero con una clara influencia de los salmos bíblicos, que combinan poesía religiosa y plegaria penitencial. El número 50 no es casual: el Salmo 50 en la tradición judeocristiana es el Miserere, una súplica de purificación y redención. El poema comparte elementos con la poesía mística española (San Juan de la Cruz, Santa Teresa), donde el alma busca su purificación a través del lenguaje; y con el surrealismo, en su empleo de imágenes irracionales y visionarias.

El uso de un tono sacerdotal y profético, así como su invocación a un poder divino (“Escribe con fuego sobre mi casa una sola palabra”), refuerza su carácter de súplica trascendental.

El poema requiere que el lector reconstruya su significado en un horizonte de expectativas basado en la tradición bíblica y la poesía hermética. Desde la semiótica, el poema está cargado de signos religiosos y alquímicos: sacrificio (“Yo te ofrezco un corazón”, “hunde en el mar mis huesos quebrados”), renacimiento y transmutación (“subiré hasta el aire limpio como una espiga”, “un imán rescatará mi alma entre las cenizas”.) y revelación y verbo divino (“escribe con fuego sobre mi casa una sola palabra”). 

La idea de la palabra como creadora de mundos (según Lotman y Mukarovsky) está presente en la última estrofa, donde el lenguaje se convierte en un acto mágico que transforma la realidad.

Desde la perspectiva horaciana del dulce et utile, Salmo 50 cumple tanto una función estética como una función cognoscitiva y catártica. La poesía aquí, en términos aristotélicos, opera como catarsis y dentro de la tradición clasicista podemos asociar el poema a aquella poesía que instruye y emociona simultáneamente. Por otro lado, según una mirada socioliteraria, podríamos ver en la súplica una búsqueda de transformación de la realidad. Finalmente, el poema funciona como un acto de habla performativo: no solo comunica un estado, sino que busca generarlo en el lector.

Dada la carga espiritual del poema, podemos establecer paralelos con San Juan de la Cruz, en su imaginería oscura (“noche que anida tras mi frente” recuerda a la Noche oscura del alma); obviamente, con el Miserere de David, donde el poeta pide ser lavado de sus pecados (“limpia la noche” es una metáfora de purificación); y con el surrealismo místico de Breton, donde el lenguaje se convierte en una revelación.

Salmo 50 se inscribe en la tradición de la poesía visionaria, donde el lenguaje es a la vez invocación, súplica y transformación. Podemos entenderlo como una composición que utiliza la retórica del salmo para construir un espacio de invocación y sacrificio, que juega con el lenguaje visionario y hermético para generar múltiples significados, que rescata la tradición de la poesía mística, pero con una sensibilidad contemporánea, y que funciona como un acto performativo, donde el lenguaje busca una transformación espiritual.

Compra Conversión de la estatua de sal en la web de la editorial Isla de Siltolá

jueves, 30 de enero de 2025

"Carne de Leviatán" (2013) de Chus Pato. Afinidades y disparidades


En Carne de Leviatán (2013), Chus Pato trabaja una poesía que tiende a la disolución del yo y a una forma de escritura que se fragmenta, se reconfigura y se construye en un estado de ruina. En los poemarios de Javier Gato, especialmente en 72 Demonios (2012) o Conversión de la estatua de sal (2023), también hay una exploración de la identidad a través del extrañamiento, el descentramiento y la metamorfosis del sujeto. Ambos textos comparten una poética en la que el yo poético se abre y se descompone en múltiples voces o estados de ser.

El Leviatán en la obra de Chus Pato es una figura clave, que encarna el poder descomunal, la devastación y la resistencia del lenguaje. En el caso de Javier Gato, los demonios (72 Demonios), la licantropía (Lycisca, 2016), las referencias al fuego y al sacrificio (Flechas contra el fuego, 2016) también construyen un imaginario donde lo bestial y lo mitológico funcionan como dispositivos de exploración de lo humano en sus límites. La animalidad y la monstruosidad en ambos poetas no solo son metáforas, sino estructuras que organizan el poema.

Tanto en Chus Pato como en la obra de Javier Gato hay una resistencia a los límites del poema convencional. Ella opera con el ensayo, la narración filosófica y la cita intertextual en una poética que desborda géneros; en el caso de él, su poesía también juega con el fragmento, con el cruce de registros discursivos (periodismo, mitología, referencias literarias) y con la mezcla de lirismo y pensamiento. La relación entre poesía y teoría en ambos casos es central.

En Carne de Leviatán, el cuerpo aparece como un territorio marcado por la política, la historia y la memoria. En la obra de Javier Gato hay también una insistencia en el cuerpo como espacio de conflicto, transformación y escritura, ya sea desde la violencia (Flechas contra el fuego), la mutación (Lycisca) o el desgaste (Conversión de la estatua de sal).

La afinidad entre Carne de Leviatán y la poesía de Javier Gato no radica en una influencia directa, sino en una serie de preocupaciones compartidas: la disolución del yo, la escritura como proceso fragmentario, la relación entre cuerpo y lenguaje y el uso de figuras mitológicas o bestiarias como ejes poéticos. Ambos trabajan en los márgenes de una poesía expandida, que no teme hibridarse y que encuentra en la fisura y la inestabilidad su verdadera forma.

miércoles, 29 de enero de 2025

POEMA VISIONARIO: ESCRITURA EN SAL Y FUEGO

 


¡Inspírate en la imaginería mística, el simbolismo apocalíptico y la experimentación formal de Conversión de la estatua de sal para escribir un poema que explore la transfiguración, el desarraigo y la visión!

1. Imágenes evocadoras. 

Escoge tres imágenes potentes del poemario (pueden ser versos específicos, metáforas o escenas): "El sol impacta en la dureza del Teide”, “Un enjambre de flautas se escapa de los eucaliptos”, “La Madre terrible os apresa en la ceguera y la mudez”.

2. Tema central. Reflexiona sobre la transformación y el sacrificio. ¿Cómo se convierte la materia en espíritu? ¿Cómo se inscribe lo sagrado en lo efímero? Puedes explorar el simbolismo del fuego, la sal, la luz o el desierto como espacios de prueba y revelación en diccionarios de símbolos como los de Cirlot y Chevalier o recurriendo a Las estructuras antropológicas del imaginario de Durand. 

3. Estructura experimental. Escribe en estrofas fragmentadas, con versos sueltos o encabalgamientos abruptos. Juega con espacios tipográficos e incorpora anáforas a modo de letanías.

4. Lenguaje místico y profético. Usa un tono visionario, combinando lo bíblico con lo surrealista. Experimenta con mezclas de elementos naturales y cósmicos e introduce referencias míticas o espirituales (ángeles, montañas sagradas, sacrificios).

Si prefieres, en lugar de un poema puedes escribir un manifiesto poético, usando la voz de una entidad que experimenta la transfiguración (puede ser una estatua, una montaña, un ángel caído).

Finalmente, reflexiona en los comentarios de este blog sobre cómo este ejercicio te ha permitido explorar una poética más simbólica y visionaria.

Pablo Ruiz Picaso, "7 diciembre XXXV"

 


Pablo Picasso es universalmente conocido por su revolución en la pintura, pero su incursión en la escritura, particularmente en la poesía, sigue siendo un aspecto menos explorado de su creatividad. Su producción poética, caracterizada por la fragmentación del discurso y la ruptura de las estructuras sintácticas, se sitúa dentro de las corrientes literarias del siglo XX que enfatizan el lenguaje como entidad autónoma. 

El formalismo ruso, representado por autores como Viktor Shklovski y Roman Jakobson, introduce el concepto de "extrañamiento" (ostranenie), es decir, la capacidad del arte de modificar la percepción habitual de la realidad mediante el uso de procedimientos formales inusuales. En este poema, Picasso emplea una sintaxis abrupta y una semántica difusa para generar una experiencia de extrañamiento en el lector:

"poca vergüenza tiene el cristal al que hacen correr la voz mentirosa de la liebre"

La personificación del "cristal" y su relación con la "mentira" de la "liebre" constituyen una ruptura con la lógica referencial del lenguaje. Este tipo de desviación lingüística subraya la función poética del texto, centrada en la forma más que en el contenido.

Desde una perspectiva estructuralista, el poema puede interpretarse como un sistema autónomo donde los signos adquieren significado en relación con otros signos y no con una realidad externa. Ferdinand de Saussure planteó que el significado no es inherente a las palabras, sino que surge por contraste dentro del sistema lingüístico. En este sentido, la relación entre elementos como "el carajo de su cresta", "el azar que manda" y "el grano de la uva" no responde a una coherencia lógica, sino a una lógica interna del poema que el lector debe desentrañar.

Desde una perspectiva retórica, Picasso emplea numerosos tropos que refuerzan la ambigüedad semántica del poema. Algunas de las figuras más destacadas incluyen metáforas (la combinación de "cantar", "luz" y "cazuela" crea una imagen multisensorial que desdibuja los límites entre los sentidos), personificaciones (el amor, convertido en sujeto de una acción cotidiana, refuerza la ironía y el extrañamiento), hipérbatos y anacolutos (la sintaxis irregular impide una lectura fluida, forzando una reinterpretación constante del texto).

Desde la teoría de la estética de la recepción (Jauss, Iser), el poema de Picasso no proporciona un significado cerrado, sino que depende de la interacción del lector para construir su sentido. La ambigüedad y la fragmentación textual desafían el "horizonte de expectativas" del lector, quien debe encontrar una lógica interna en la superposición de imágenes aparentemente inconexas.

Picasso no solo es un heredero del cubismo pictórico, sino que también traslada sus principios a la literatura. La superposición de imágenes y la ruptura con la sintaxis tradicional evocan técnicas cubistas como el collage. Además, su asociación con el surrealismo (Breton, Dalí) se refleja en la liberación del lenguaje de toda atadura racional.

El poema "7 diciembre XXXV" es una exploración radical del lenguaje como entidad autónoma. Picasso disloca la lógica convencional del significado, forzando al lector a reconstruirlo desde una nueva perspectiva. Aplicando teorías literarias contemporáneas, podemos comprender su escritura no como una reproducción de la realidad, sino como una construcción artística donde el azar, la asociación libre y la materialidad del lenguaje son los verdaderos protagonistas. Este análisis nos muestra que la poesía de Picasso no es un capricho literario, sino una extensión de su revolución artística, donde la palabra, como la imagen, es fragmentada y recompuesta en una nueva forma de percepción estética.



lunes, 27 de enero de 2025

EDIPO EN ARIÈGE

 Cuanto más leo la literatura del Bajo Barroco (1650-1750) más me inspira, hasta el punto de que hoy he querido escribir un poema sobre la Cueva, que es la Madre de la que nacemos pero también a la que regresamos. Toda persona paleolítica es un Edipo que jamás corta el cordón umbilical con su Madre, ni a lo largo de esta vida ni después de ella. 


EDIPO EN ARIÈGE, QUE ASÍ INTITULÓ Y COMPUSO JAVIER GATO DE TOSCANO, IMITANDO A GÓNGORA

De este, pues, formidable de la tierra
bostezo
Luis de Góngora


No ciego sí enamorado
íntegro el cordón que a tu vientre liga
venas alumbra si carne hogar lóbrego
en su seno hospedando a los extintos
(esta pues húmida de conversión cámara
fuente si óbito en sombra conjura)
donde perpetua vida en cárcel vivo




OEDIPUS IN ARIÈGE, AS TITLED AND COMPOSED BY JAVIER GATO DE TOSCANO, IMITATING GÓNGORA

Not blind yet enamored
whole the cord that to thy womb doth bind
veins it doth kindle if flesh a murked hearth
within its bosom lodging the departed
(this thus humid of conversion chamber
fount if obit in shadow conjures)
where life perpetual in prison I do live

domingo, 26 de enero de 2025

En esta semana he hecho muchos avances en el estudio del Bajo Barroco hispánico, pero nada de esto se ha volvó en este blog hasta ayer, en que hice un breve comentario general a la poesía del salmantino Diego de Torres y Villarroel, más conocido por sus narraciones que por sus poemas, contenidos en Juguetes de Talía. Podéis leer el artículo en este enlace: 

https://diariodeungatonocturno.blogspot.com/2025/01/la-poesia-de-diego-de-torres-y.html

También estoy a punto de terminar Los peligros de fumar en la cama (2009) de la argentina Mariana Enríquez, la lectura de cuya obra completa recomiendo muchísimo porque es ahora mismo, por lo que deduzco de todas las narraciones que he leído en el último año, una de las prosistas en activo más brillantes de la lengua española. 



sábado, 25 de enero de 2025

La poesía de Diego de Torres y Villarroel (1693-1770)


Diego de Torres y Villarroel (1693-1770) es una figura fascinante y polifacética dentro del panorama literario español del siglo XVIII. Conocido principalmente por su labor como escritor satírico y astrólogo, su poesía ocupa un lugar especial en su producción, revelando una complejidad que va más allá de su tono burlesco. 

Torres y Villarroel vivió en un período de transición cultural en España, marcado por el ocaso del Barroco y el auge de la Ilustración. Este cambio de paradigmas afectó profundamente a la literatura, que oscilaba entre los excesos formales del barroquismo y el intento de simplificación y racionalización promovido por el Neoclasicismo. Torres y Villarroel mantuvo una postura personal que bebía del Barroco tardío y sus ideales, a la vez que dialogaba con los nuevos aires ilustrados.

Su obra poética es un reflejo de esta tensión. Aunque utiliza recursos barrocos como el conceptismo y la metáfora elaborada, también se acerca a los intereses ilustrados al incorporar observaciones sociales y críticas hacia los vicios y excesos de su tiempo. La figura de Torres, profundamente influida por su formación autodidacta y su agitada biografía (marcada por la pobreza, el desarraigo y su posterior ascenso académico como catedrático de Matemáticas en la Universidad de Salamanca), aporta una voz singular y única dentro del panorama literario del siglo XVIII.

Uno de los aspectos más destacados de la poesía de Torres y Villarroel es su carácter satírico. Influido por escritores como Francisco de Quevedo, Torres utiliza la sátira como un arma afilada para criticar los vicios y defectos de la sociedad española de su tiempo. Sus poemas satíricos están cargados de humor mordaz y una ironía que no deja títere con cabeza: desde las clases altas y el clero hasta las costumbres de la vida cotidiana.

En sus composiciones satíricas Torres denuncia la hipocresía del clero, la corrupción política y la superficialidad de las clases acomodadas. A través de un lenguaje vivo y directo pinta un retrato grotesco pero certero de los excesos de la sociedad barroca. En este sentido, su poesía es una prolongación de la tradición crítica iniciada por Quevedo, pero con un estilo menos hermético y más accesible, adaptado al gusto de un público más amplio.

En uno de sus poemas, Torres escribe:

Vestirse de santo hábito
por ganar el parabién,
mientras la lengua escupe
por monedas o un edén.

Estos versos exponen con claridad la doble moral del clero de su tiempo, subrayando la tensión entre la apariencia de virtud y la corrupción interna.

A pesar de su tono satírico, en la poesía de Torres también encontramos un registro melancólico e introspectivo que revela las inquietudes "existenciales" del autor. En estos poemas, Torres reflexiona sobre el paso del tiempo, la fugacidad de la vida y la inevitabilidad de la muerte, temas recurrentes en la literatura barroca. Esta faceta de su poesía lo vincula con una tradición que incluye a Luis de Góngora y Jorge Manrique, aunque en Torres la expresión de estas ideas se siente más terrenal y menos idealizada.

Por ejemplo, en uno de sus poemas de tono más sombrío, Torres escribe:

Espejo roto del alma,
arena que el río besa,
¿qué será del hombre altivo
si hasta el sol cede su pieza?

Estos versos reflejan una meditación sobre la vanidad humana y el carácter inevitable de la muerte, temas que conectan su poesía con la estética barroca del memento mori. Sin embargo, lo que diferencia a Torres es su enfoque personal y directo, que parece surgir más de una experiencia vital que de una simple imitación de la tradición literaria.

Desde el punto de vista formal, Torres y Villarroel adopta muchos de los recursos del Barroco tardío, como el conceptismo y el uso de imágenes elaboradas. Sin embargo, su poesía no es tan críptica como la de Góngora o Quevedo; Torres se preocupa por mantener un equilibrio entre la riqueza del lenguaje y la claridad expresiva. Esto puede deberse a su intención de llegar a un público amplio, no limitado a las élites cultas.

Un rasgo distintivo de su estilo es el uso de metáforas ingeniosas, que a menudo combinan lo elevado con lo cotidiano. Esta mezcla de registros crea un contraste que acentúa el carácter satírico de muchos de sus poemas, pero también añade profundidad a sus reflexiones más serias.

Aunque la poesía de Diego de Torres y Villarroel no ha recibido tanta atención crítica como su prosa, su obra poética es un testimonio valioso de la transición literaria del siglo XVIII. Su habilidad para combinar la sátira con la introspección, así como su capacidad para adaptarse a las expectativas de un público diverso, lo convierten en una figura singular dentro del panorama literario español.

En el contexto contemporáneo, su poesía ofrece una oportunidad para reflexionar sobre cuestiones universales (como la hipocresía, el paso del tiempo y la fragilidad humana) desde una perspectiva profundamente enraizada en la experiencia histórica y cultural de su época.

Diego de Torres y Villarroel fue mucho más que un poeta satírico o un escritor ocasional: fue un cronista de su tiempo, capaz de capturar tanto los excesos y defectos de la sociedad como las preocupaciones más íntimas del ser humano. Su poesía, marcada por la tensión entre el humor mordaz y la melancolía, sigue siendo relevante como espejo de una época de cambios y como expresión de las inquietudes universales que trascienden los siglos.

martes, 7 de enero de 2025

En este año que empieza me reafirmo mucho más que el anterior, y que el anterior, en el seguimiento de mi vocación. Ante los boicots, los vetos, los ninguneos, las confabulaciones, las envidias de tanta gente triste que piensa que pueden tapar el Sol con sus dedos, reniego de aquella actitud de Góngora, quien siendo el Homero español decidió dejar inacabadas las Soledades a causa de los muchos desprecios y maledicencias. Yo reniego de la renuncia al don que me ha sido concedido desde muy niño, del camino que me lleve a la maestría. Ni la mezquindad de mil poetas, de mil críticos han de prevalecer contra mí ni contra la fuerza que me lleva inspirando desde que tengo memoria. En 2016 abandoné la escritura justo tras la publicación de Flechas contra el fuego, cayendo en el error de darles lo que querían, de callar y dejar de poner de manifiesto su mediocridad y su debilidad. Eso se acabó hace ya dos años, en que ha salido a la calle Conversión de la estatua de sal a despecho de todos los que me siguen odiando. Ninguna ridícula conseguirá romper mi conexión con lo que soy ni tampoco con mi singularidad. He regresado para quedarme. 

Desde muy niño he estado obsesionado con la lectura, con las historias, con los mitos. Intentaba escribir cuentos (hasta los 19 años no leí apenas ningún poema), pero algo fallaba en ellos: eran cuentos en los que no sucedía nada. Fallaban la trama, el ritmo narrativo. Lo mismo pasaba con los juegos: colocaba los playmobils en un orden muy preciso, muy preciosista, pero luego no sabía cómo hacerlos representar una historia con principio, nudo y desenlace. Mucho tiempo después, a los 19 años, supe que esto no era una falta de aptitud, sino un error de enfoque; de haber leído poemas desde la niñez, habría sabido que mi vocación literaria no se hallaba en la narrativa, sino en la lírica, que no cuenta sino muestra, expone. Esto quedaba confirmado por mi pasión por el dibujo y por el hábito, que tuve hasta prácticamente los 12 años, de dibujar a diario: lo mío no era la historia, sino definitvamente la imagen. 

Ciertas personas escriben y publican hoy libros de poesía porque, simplemente, se la inocularon de niños, porque sus madres se empeñaron en que "la niña fuera escritora" como la madre de la Pantoja se empeñó en que la niña fuera artista a pesar de que ella solo quería ser ama de casa. Desde que aprendieron a leer, esas madres, como la madre de Hildegart Rodríguez, les trazaron un itinerario estricto y concienzudo para moldearlas con la forma de lo que ellas querrían haber sido y no fueron. Al contrario que estas personas, nadie en mi casa (ni mucho menos fuera de ella) me adiestró para amar la literatura ni fomentó en mí ningún deseo de escribir. Todo salió de dentro, desde el principio. Hay que saber leer las señales ("¿Sabéis distinguir el aspecto del cielo y no sois capaces de distinguir los signos de los tiempos?", Mt 16, 2). No solo las del tiempo de la infancia, sino las posteriores: rodeado de amistades ajenas, cuando no contrarias, al menor acto de lectura y aprecio por la literatura, ese deseo no solo no se apagó (como tantos de mi promoción que no han vuelto a escribir) sino que fue avivándose día a día hasta provocar cinco incendios en cinco libros.

Si durante cinco años de mi vida pudieron extinguirse las ganas de escribir (porque, confundido por una farándula literaria banal y ruin, no entendía para qué se escribe), jamás se me han apagado las ganas de leer, de analizar y evaluar, de conocer y aprehender el mito y el espíritu que reside en él. Gracias a este amor constante más allá de mil muertes y mil infiernos resucité hace un año y quien vence a la muerte ya no morirá más, por desgracia para tantos. 

Por eso lucho contra una pereza adquirida desde hace una década y me conjuro y obligo para volcarme en la escritura, ahogarme en la escritura. "A quien mucho se le dio, mucho se le demandará" (Lc 12, 48). Debo ir hasta el fondo de mi vocación porque es mi responsabilidad. Porque he de responder del talento que se me ha dado. No ante los poetillas innobles e ingratos, no ante críticos ignorantes y corrompidos, muchísimo menos ante el jurado de un concurso literario al que jamás me he presentado ni me presentaría. He de responder ante el Espíritu que me ha dado lo que soy.

No caigo, como algún que otro escritor, en la nostalgia de subir a las redes sociales eventos de hace décadas que ya no volverán, en el estancamiento en el pasado. Mucha gente de este gremio me debe muchos favores, incluso, en parte, estar donde hoy están, pero yo decido hacer como que nadie me debe nada, como que nada (ni la generosidad, ni la gratitud) se puede dar por supuesto, como que todo es un regalo. El primer poema de mi primer libro lo (pre)dice: "Los gatos caminan solos". Jamás quise que colaborase nadie en ningún perforrecital mío, porque ya en esa época, en que no faltaban los aduladores que ahora pretenden calentarse con la leña del árbol caído, quería incidir en esa idea: estoy solo. Y al estar solo, soy libre. Libre de escribir de lo que quiera y de la forma que quiera, libre de expresar las opiniones que me dé la gana, libre como el agua que, por muchos muros de contención y cordones sanitarios que le pongan, siempre encontrará su curso y lo desbordará todo. 

... Confundido por una farándula literaria banal y ruin, no entendía para qué se escribe. No se escribe poesía lírica para ganar dinero (cosa que nunca pensé, y pobre de aquel que pretenda vivir de la escritura poética cuando NADIE, desde el siglo VIII a.C. hasta hoy, ha logrado vivir exclusivamente de ella), ni para ser reconocido (cosa que sí pensé), ni para que la gente a la que se han hecho muchos favores al menos no responda al bien con una patada (cosa que también pensé). No. Yo estaba equivocado. No se escribe para nadie. Se escribe poesía lírica (o épica, o dramática, o crítica literaria o lo que sea) como escribía Juan Ramón, para poder llegar a decir un día: "Los dioses no tuvieron más sustancia que la que tengo yo": todo lo demás se os dará por añadidura.  

sábado, 4 de enero de 2025

INTRODUCCIÓN A LA OBRA POÉTICA DE JAVIER GATO (2009-2024)

Los inicios: el Diario de un gato nocturno (2009)

El lenguaje combina elementos barrocos y góticos con una atmósfera urbana moderna. Las descripciones explícitas de cuerpos, violencia y decadencia urbana generan una sensación de angustia y crudeza. Gato utiliza el verso libre con rupturas que refuerzan el contenido emocional. Estas interrupciones dramáticas intensifican el impacto de las imágenes. Las referencias a personajes literarios como Frankenstein y símbolos nocturnos como gatos, cuervos y resacas establecen un diálogo con tradiciones literarias y culturales que ha sido reseñado por Elena Medel en el epílogo del libro, mezclándolas con un lirismo sombrío.

Durand caracteriza la noche como espacio de lo imaginario profundo y lo inconsciente. En este poemario, la figura del gato simboliza el andar errante por territorios oscuros y la búsqueda de sentido en medio de la soledad y la decadencia. La casa de Monsieur Torricelli evoca el mito de Frankenstein, representando la creación maldita y la alienación. El salto al vacío del gato y su supervivencia ilustran un viaje heroico de resiliencia, asociado al arquetipo del sobreviviente que enfrenta el caos.

El "gato nocturno", figura central del libro, puede interpretarse como un símbolo del yo inconsciente, asociado a la independencia, la curiosidad y la transgresión. Este personaje parece encarnar las pulsiones más reprimidas del autor, moviéndose en la noche como un espacio de libertad y ambigüedad moral. La noche representa el terreno de lo desconocido, de lo reprimido y de lo irracional. Es un espacio simbólico que permite al sujeto explorar aspectos de sí mismo que no son accesibles durante el día (la conciencia). Las imágenes gore y manieristas (así calificadas por María Eloy-García en el prólogo del libro) reflejan un enfrentamiento con el cuerpo como un lugar de decadencia y transformación, sugiriendo una lucha entre el ello (las pulsiones primarias) y el yo (la estructura racional).

Este libro surge en un contexto de desencanto generacional, marcado por la precariedad y el hedonismo como respuesta a la incertidumbre socioeconómica. Los poemas exploran los márgenes urbanos (droga, sexo, violencia), configurando un espacio donde la noche simboliza tanto libertad como alienación. Gato cuestiona las nociones burguesas de moralidad y progreso, confrontando la hipocresía de una sociedad que castiga lo que simultáneamente consume. El "gato nocturno" es una metáfora del sujeto desplazado que sobrevive en los márgenes del orden social. El libro expone cómo el placer y la autodestrucción se convierten en mecanismos de resistencia y, simultáneamente, de integración en un sistema que instrumentaliza la marginalidad.

La consolidación de una voz poética: 72 demonios (2010)

El poeta utiliza un lenguaje desgarrado para expresar conflictos internos y espirituales. Frases como "el vómito negro que flota en el vacío" evocan una introspección casi exorcística. "La risa se ha desleído en vinagre" refuerza la idea de degradación personal. La crudeza visual de las descripciones intensifica la desesperación y la imposibilidad de redención. El estilo fusiona lo sacro y lo profano, con una mezcla de citas bíblicas y lenguaje simbólico contemporáneo.

El título y contenido refieren a una lucha contra el mal en el mundo (los "demonios") similar a los ritos de exorcismo. La caída del esplendor al abismo refleja la dualidad del héroe trágico y su descenso al inframundo. La imaginería de gusanos, sombras y torturas alude al imaginario tanático, mientras que las alusiones bíblicas y esotéricas dialogan con la noción de redención y condena.

Cada demonio que aparece en el libro podría representar un aspecto del inconsciente reprimido, una manifestación de deseos, miedos o culpas que el yo poético intenta confrontar o integrar. El tema de la caída, recurrente en esta obra, sugiere un conflicto interno con la moralidad, el fracaso y el deseo de trascendencia. Psicológicamente, esto puede interpretarse como una lucha entre el superyó (normas y moral) y el elloLa resignificación de figuras religiosas como Isaías y San Juan Crisóstomo refleja un intento de reconciliar la espiritualidad con las pulsiones y deseos más profundos.

Este libro se inscribe en un contexto de crisis económica y desilusión colectiva, donde las relaciones humanas se vuelven precarias y conflictivas. Los "demonios" aluden no tanto a luchas internas como a fuerzas sociales que deshumanizan. Gato denuncia el amor líquido y la instrumentalización de las emociones en un sistema que mercantiliza incluso lo íntimo. Sus versos revelan un desencanto frente al capitalismo tardío y su impacto en las subjetividades. El libro oscila entre la búsqueda de autenticidad emocional y la aceptación de que las relaciones están inevitablemente contaminadas por las estructuras de poder y explotación.

El fin del "malditismo": Lycisca (2012)

La obra se construye en torno al caos y el deseo, con un lenguaje sensual y visceral. Las imágenes evocan los impulsos primarios: "toda la noche hago la muerte con mi árbol". El uso de personajes mitológicos conecta el texto con tradiciones literarias clásicas, reinterpretadas con un tono moderno y crudo. Gato emplea repeticiones estratégicas para reforzar el ritmo: "Claudio laudo te, Claudio benedico te", creando una cadencia casi ritualística.

El poemario explora la sexualidad y el caos a través de figuras como Pasífae y Bacante, elementos clave en el imaginario dionisíaco. La fusión de lo humano y lo animal resalta la ruptura entre lo apolíneo y lo dionisíaco en términos nietzscheanos. La Hamadríade del poema homónimo conecta con el símbolo del árbol como eje del mundo y fuente de vida y muerte.

Lycisca, la "loba" salvaje, simboliza la sombra, el aspecto reprimido e instintivo del yo que el sujeto debe integrar para alcanzar la totalidad. Lycisca representa tanto el deseo como el conflicto interno con la libertad y la transgresión. La estructura fragmentada del libro refleja una psique en conflicto, donde diferentes partes del yo luchan por expresarse. Este rasgo sugiere una búsqueda de identidad que nunca se resuelve completamente. La exploración del erotismo, mezclado con culpa y obsesión, apunta a un conflicto central entre las pulsiones sexuales y las restricciones culturales o internas.

La obra se sitúa en un momento (2012) donde los discursos sobre la identidad y el cuerpo empiezan a adquirir centralidad. Lycisca, como símbolo de lo salvaje, refleja una resistencia frente a las normas que domestican y controlan los cuerpos. El poemario desafía las dicotomías entre civilización y barbarie, cuestionando cómo las instituciones sociales reprimen lo instintivo y lo auténtico en favor de la conformidad. Aunque exalta lo instintivo y lo marginal, el libro no ignora los riesgos de la autoexplotación en un sistema que también romantiza lo "salvaje" como una forma de escape para los sujetos alienados. 

La madurez: Flechas contra el fuego (2014)

El estilo se caracteriza por fragmentos evocadores, casi como retazos de imágenes visuales: "un pentágono purísimo que arranque el asfódelo". Este enfoque crea un espacio poético abierto a múltiples interpretaciones. La contraposición entre ruinas y construcción, frío y fuego, refleja tensiones simbólicas que se despliegan a través del texto. El poeta utiliza símbolos arquitectónicos para representar conceptos abstractos, como la memoria y la fragilidad.

La metáfora de las ruinas y los "pentágonos purísimos" recuerda al eterno retorno y la necesidad de reconstruir lo perdido. La lucha entre el fuego (vida y renovación) y el asfódelo (muerte) evoca la dualidad fundamental de Durand. El poema presenta un viaje simbólico hacia la trascendencia, utilizando arquetipos de armas y figuras mitológicas.

El fuego, recurrente en este libro, simboliza la pulsión de muerte (Thanatos), una fuerza destructiva que, sin embargo, también tiene un componente purificador y transformador. Las flechas, lanzadas contra el fuego, representan un acto de resistencia del yo frente al caos del inconsciente y las fuerzas destructivas. Este gesto sugiere una lucha activa por encontrar significado y trascendencia. Las imágenes de ruinas reflejan un enfrentamiento con la memoria y la historia personal, explorando cómo los restos del pasado afectan la construcción del presente.

En un tiempo de revisión histórica y crisis de valores (2014), Gato se sumerge en la memoria y el simbolismo para articular una resistencia poética frente a la deshumanización contemporánea. El fuego representa tanto la destrucción como la creación. Los poemas luchan contra un olvido impuesto por las narrativas hegemónicas, recuperando la historia desde lo fragmentario y lo emocional. Sin embargo, la idealización de la memoria y la resistencia poética puede caer en el riesgo de desactivar su potencial crítico, convirtiéndola en un acto puramente estético.

El regreso: Conversión de la estatua de sal (2023)

El lenguaje evoca una atmósfera de cataclismo espiritual y transformación: "Purifica la terrible oquedad del cielo". La referencia a la mujer de Lot y otras del imaginario católico se reinterpretan en un contexto contemporáneo, con metáforas que confrontan la idea de arrepentimiento y redención. El tono meditativo y reflexivo refuerza el carácter trascendental del contenido.

La referencia a la estatua de sal conecta con el mito de la esposa de Lot, donde la transgresión y la melancolía son centrales. El fuego purificador actúa como un símbolo de transformación. La recurrencia de círculos y esferas refleja la estructura antropológica del tiempo mítico como eterno retorno.

Inspirada en la esposa de Lot, la "estatua de sal" simboliza una fijación en el pasado que impide avanzar. Este tema refleja una lucha interna con el apego a recuerdos o traumas que dificultan la transformación personal. El fuego (destrucción) y el agua (renovación) representan pulsiones opuestas dentro del sujeto, destacando la tensión entre la autodestrucción y la regeneración. La figura recurrente de la Virgen María, asimilada a veces con deidades como Tanit, evoca una conexión con lo primitivo y lo matriarcal, sugiriendo una búsqueda de consuelo y sentido en símbolos universales que trasciendan la modernidad.

Este libro aborda las crisis de identidad en un contexto donde las estructuras tradicionales (religiosas, familiares, culturales) están siendo cuestionadas. La "estatua de sal" simboliza tanto la petrificación inicial como la posterior transformación. Gato negocia entre lo místico y lo profano, empleando la religiosidad como metáfora para explorar el deseo humano de trascendencia y sentido, frente a una realidad materialista y desoladora. La espiritualidad como resistencia, sin embargo, puede ser absorbida por las mismas dinámicas que busca superar, reforzando la individualización en lugar de la colectividad.

Un anexo de Conversión: Devocionario para el tiempo de la tribulación (2023, en busca de editor)

El uso de versos breves y reiteraciones simula las cadencias de oraciones y cánticos religiosos: "todo lo mío es Tuyo, todo yo soy Tuyo". La mezcla de referencias religiosas y modernas ("simios ungidos con el puño dentado") crea un contraste entre lo divino y lo grotesco. El poeta utiliza símbolos potentes ("una manada de chacales", "un collar de llamas") para transmitir un sentido de conflicto espiritual y regeneración.

Esta plaquette reinterpreta símbolos religiosos bajo una luz contemporánea, cuestionando dogmas y explorando la espiritualidad en el contexto de la modernidad líquida. La tribulación y el ascenso hacia la luz evocan la estructura del héroe que busca la redención.

El Devocionario simboliza un intento de estructurar el caos interno mediante rituales y creencias, lo que podría interpretarse como un esfuerzo del yo para lidiar con la ansiedad existencial. Estos animales representan fuerzas primigenias y poderosas que conectan al sujeto con su inconsciente más profundo, sugiriendo una espiritualidad chamánica como vía para enfrentar el sufrimiento. Las referencias a términos tecnológicos y modernos sugieren un conflicto entre el avance científico y la necesidad de conexión humana y trascendencia.

En un mundo de crisis globales, el libro se posiciona como un canto al ritual y a la espiritualidad comunitaria. Gato responde al vacío de significados con una poética que busca restituir lo sagrado. Se observa una crítica al vaciamiento de los valores humanos en una sociedad tecnocrática, donde las conexiones profundas son sustituidas por superficialidad y consumo. Aunque plantea una espiritualidad alternativa, el Devocionario para el tiempo de la tribulación puede ser leído como una nostalgia de lo perdido, limitando su capacidad transformadora al operar desde una posición de duelo.   

LA POESÍA DE JAVIER GATO EN EL CONTEXTO POÉTICO HISPÁNICO DE PRINCIPIOS DE SIGLO. ANTECEDENTES

La obra de Javier Gato ocupa un lugar significativo (aunque no relevante socioliterariamente) en el panorama poético español contemporáneo, específicamente entre 2010 y 2024, por su capacidad para articular una poética que conecta la experiencia individual con las tensiones culturales, sociales y políticas de su tiempo. Su escritura combina elementos de la tradición literaria con innovaciones formales y temáticas, estableciendo un diálogo entre lo clásico y lo contemporáneo.

Gato revitaliza la tradición clásica al incorporar figuras míticas e históricas y las ruinas de civilizaciones antiguas. Estas referencias no solo funcionan como símbolos atemporales, sino que también se resignifican en un contexto moderno, enfrentándose a temas como la alienación, el capitalismo y la crisis existencial. Esta intertextualidad conecta su obra con la poesía de autores de generaciones anteriores como Luis Cernuda (generación del 27) y Leopoldo Panero (generación del 68), pero la transforma para responder a las preocupaciones de su época. La mezcla de lo clásico con lo contemporáneo, como las menciones a la tecnología, posiciona a Gato como un poeta que dialoga con el presente sin abandonar las raíces culturales profundas.

Gato aborda el yo como un espacio en constante transformación y lucha, utilizando el lenguaje poético para explorar las tensiones entre identidad, deseo y memoria. Este enfoque lo alinea con las sensibilidades posmodernas, donde la fragmentación y la búsqueda de sentido son temas centrales. Aunque profundamente introspectiva, su poesía logra trascender lo personal y conectar con experiencias universales, convirtiendo al lector en partícipe de su búsqueda de significado en un mundo caótico.

Durante esta etapa (2010-2024), tanto en España como en Hispanoamérica, la poesía se ha centrado en la corporalidad, los afectos y la exploración del deseo. Escritores como Erika Martínez (Chocar con algo, 2017) y Ada Salas (Diez mandamientos, 2016) han abordado el cuerpo como un territorio de resistencia y de cuestionamiento de las normas sociales. Ya en Lycisca (2012), Gato dialogaba con estas corrientes al presentar al yo lírico, cubierto por la máscara de Mesalina/Lycisca, como un símbolo de lo instintivo y lo salvaje. A través de un lenguaje sensual y fragmentado se acerca igualmente al lirismo feroz de autores de mayor edad como Raúl Zurita y Cristina Peri Rossi, quienes trabajan la relación entre el cuerpo y la identidad desde una perspectiva transgresora. En esta línea, también puede compararse con Juan Manuel Roca, quien en obras como "Biblia de pobres" (2009) conecta los mitos y símbolos con una reflexión crítica sobre el ser humano en su entorno social y natural.

Flechas contra el fuego refleja una aguda conciencia social, criticando las dinámicas económicas y tecnológicas que deshumanizan al individuo. Esto conecta su obra con la poesía de denuncia social de autores del medio siglo como Ángel González, pero con una perspectiva contemporánea. Gato utiliza símbolos como las flechas y Némesis para invocar la resistencia frente a la injusticia y el caos. Este compromiso político y ético refuerza su relevancia en un contexto marcado por crisis económicas y movimientos sociales.

En España, la crisis económica de 2008 marcó profundamente la producción literaria, generando una poesía que refleja precariedad, desencanto y crítica a las estructuras de poder. Autores como Antonio Lucas (Los mundos contrarios, 2009) y Luis García Montero (Un invierno propio, 2011) exploraron estas tensiones, aunque desde estilos más moderados en comparación con Gato. Obras como Diario de un gato nocturno y 72 Demonios resuenan con esta sensibilidad al exponer los márgenes urbanos, las dinámicas de alienación y la lucha del sujeto en un mundo hostil. Sin embargo, Gato adopta un tono más crudo y visceral, que lo diferencia de poetas como Elena Medel (Chatterton, 2014), quien también trabaja con la marginalidad y la alienación desde una perspectiva feminista. En Hispanoamérica, autores como Cristina Rivera Garza y Mario Montalbetti han cuestionado las estructuras narrativas y poéticas para denunciar el vacío y las injusticias del neoliberalismo, una línea que encuentra eco en la fragmentación y experimentación formal de Gato.

La estructura de los poemarios de Javier Gato refleja un enfoque fragmentario que rompe con las formas tradicionales de cohesión y linealidad en la poesía, apostando por una polifonía de voces y significados. Su uso de imágenes simbólicas, como el fuego, las ruinas, el agua y los animales, enriquece su obra al invitar a múltiples interpretaciones y lecturas.

En el periodo 2010-2024 se observa un retorno al pasado y a las ruinas como metáforas para reflexionar sobre la modernidad. Luis Muñoz (Vecindad, 2018) y Eduardo Milán han trabajado desde una mirada crítica sobre la historia y la memoria. Flechas contra el fuego (2014) se inserta claramente en esta corriente. Utiliza las ruinas como símbolo de lo que queda tras el colapso del sistema y como punto de partida para imaginar futuros alternativos. Gato comparte con autores como Julieta Valero (Autoría, 2010) una preocupación por desentrañar las narrativas hegemónicas y proponer nuevas formas de entender el tiempo y la historia.

La obra de Gato comparte características con la poesía contemporánea hispanoamericana y anglosajona, especialmente en el tono confesional del primer libro y crítico en general, y en su capacidad para mezclar lo sublime con lo cotidiano. Pese a ello, el estilo de Gato, a diferencia de Raquel Lanseros y Luis García Montero, es más críptico y simbólico, destacando por su densidad semántica y su inclinación hacia lo filosófico y lo experimental.

Su poesía resignifica conceptos religiosos tradicionales y los entrelaza con elementos de espiritualidad primitiva y religiosidad popular, como en Conversión de la estatua de sal. Esto lo diferencia como un poeta que explora nuevas formas de conexión trascendental. 

La pandemia de COVID-19 (2020) provocó una reevaluación de los valores, llevando a muchos poetas a explorar temas de espiritualidad, muerte y comunidad. Olga Novo (Feliz Idade, 2019) y mucho antes de la pandemia Juan Carlos Mestre (La bicicleta del panadero, 2012) articularon respuestas poéticas a la crisis existencial. En Conversión de la estatua de sal (2023), Gato se suma a esta línea con una poesía que, aunque crítica con las instituciones religiosas vigentes, busca una espiritualidad personal como refugio ante la deshumanización contemporánea. Este enfoque recuerda a poetas como Rodolfo Hinostroza (Memorial de casa grande, 2005), quien también explora el misticismo desde una óptica cuestionadora. Además, la relación de Gato con la poesía de Idea Vilariño y Blanca Varela es evidente en su capacidad para combinar el existencialismo con una búsqueda de lo trascendental.

Gato concibe el lenguaje como un acto de resistencia frente al caos y la alienación. En obras como Flechas contra el fuego, la palabra es una herramienta para construir significado y desafiar la deshumanización.

La obra de Javier Gato refleja con agudeza las tensiones de su época, desde la alienación tecnológica hasta la precariedad económica, y desde la fragmentación del yo hasta las luchas sociales. Esto lo convierte en una voz imprescindible para entender las sensibilidades poéticas y sociales de 2010 a 2024. Su capacidad para renovar la tradición literaria, mezclar referencias culturales y explorar formas nuevas de expresión lo posicionan como uno de los poetas más relevantes del panorama español contemporáneo. Al combinar compromiso social, introspección filosófica y una estética innovadora, Javier Gato establece un modelo de poesía que dialoga con las complejidades del presente y proyecta una relevancia duradera en la literatura española.

La poesía de Javier Gato no solo refleja las tensiones sociales y culturales de su época, sino que las reconfigura a través de un lenguaje audaz y simbólico. Su obra dialoga con autores hispánicos como Elena Medel, Antonio Lucas, Olga Novo, Raúl Zurita, Cristina Peri Rossi y Blanca Varela. En este cruce, Gato se posiciona como una voz singular que transita entre la crítica social, la exploración de la memoria y la búsqueda espiritual.



JAVIER GATO DENTRO DE LA GENERACIÓN MILLENIAL (NACIDOS ENTRE 1981 Y 1995)

La obra de Javier Gato establece una relación significativa con la producción poética de la generación millenial (escritores españoles e hispanoamericanos nacidos entre 1981 y 1995). Esta generación comparte una sensibilidad marcada por la incertidumbre económica, la hiperconectividad tecnológica y la búsqueda de identidad en un mundo fragmentado. 

Al igual que poetas como Elvira Sastre (España) o Raquel Salas Rivera (Puerto Rico), Gato aborda la alienación y el malestar contemporáneo, explorando la desconexión emocional, las crisis económicas y las tensiones identitarias. Sin embargo, mientras algunos de estos poetas tienden hacia un lenguaje más accesible y emocionalmente directo, Gato utiliza un enfoque más simbólico y fragmentado.

La presencia de WhatsApp, las redes sociales y otras referencias tecnológicas en la obra de Gato conecta con poetas como Luna Miguel (España) o Casandra López (México), quienes exploran cómo la tecnología transforma las relaciones humanas. Gato, no obstante, se distancia al adoptar una postura más crítica y filosófica hacia la hiperconectividad.

Como otros poetas de su generación, Gato utiliza estructuras fragmentadas y polifónicas que reflejan la complejidad del mundo actual. Esto lo conecta con autores como Ben Clark (España) y Alejandro Albarrán Polanco (México), quienes experimentan con formas no lineales. Sin embargo, la obra de Gato destaca por su denso simbolismo y su carga filosófica, que a menudo lo separa de estilos más narrativos o minimalistas de la generación.

Gato aborda el cuerpo como un espacio de conflicto, deseo y transformación, una preocupación compartida con poetas como Sara Torres (España) o Gioconda Belli (Nicaragua, que aunque más veterana, influye en esta generación). No obstante, su enfoque es más visceral y menos íntimo que el de muchos de sus contemporáneos.

La obra de Gato dialoga con la tradición clásica, utilizando figuras históricas y míticas. Este rasgo lo emparenta con poetas como María Sánchez (España), que también incorpora elementos tradicionales en su poesía, aunque desde una perspectiva más rural o costumbrista. Gato lleva este diálogo más lejos, resignificando los mitos clásicos en un contexto filosófico y contemporáneo.

La intertextualidad en Gato, que incluye referencias a múltiples autores, músicos y artistas, también es visible en poetas como Valeria Luiselli (México) o Laura Wittner (Argentina), pero con menos carga filosófica que en la obra de Gato.

Gato comparte con poetas como Raquel Salas Rivera o Yolanda Castaño (España) una crítica al capitalismo, la desigualdad y la explotación. Sin embargo, su enfoque es más simbólico y menos directo, usando imágenes como las ruinas para expresar resistencia.

Aunque Gato no aborda explícitamente el feminismo, su interés por figuras históricas y míticas femeninas como Mesalina, Némesis, María o Tanit conecta con la exploración de la feminidad en poetas como Luna Miguel o Sara Torres, pero desde un enfoque más arquetípico.

Las imágenes de ruinas en Gato dialogan con el trabajo de poetas como Alejandro Zambra (Chile), quienes también exploran la fragilidad de la memoria y las estructuras humanas. Mientras Zambra lo hace desde la intimidad y la microhistoria, Gato amplía su alcance hacia lo filosófico y lo universal.

Al igual que poetas como Alejandro Albarrán Polanco, Gato experimenta con el diseño visual del poema, rompiendo estructuras tradicionales para enfatizar la fragmentación y el caos. Aunque Gato comparte la fragmentación formal con su generación, su densidad simbólica y su tono filosófico lo separan de estilos más inmediatos o emocionalmente directos, como los de Elvira Sastre o Luna Miguel.

La obra de Gato se conecta con poetas que resignifican la espiritualidad, como Raquel Salas Rivera, pero lo hace desde un enfoque más arcaico y simbólico, explorando dioses antiguos y conceptos religiosos de manera universal y abstracta.

La obra de Javier Gato dialoga con los poetas de la generación millenial en varios niveles, especialmente en su exploración de la alienación contemporánea, el cuerpo, la tecnología y las tensiones políticas y sociales. Sin embargo, su enfoque único, marcado por un denso simbolismo, una profunda carga filosófica y una resignificación de lo clásico, lo distingue como una voz singular dentro de su generación. Mientras otros poetas optan por un lenguaje más directo y emocional, Gato ofrece una propuesta poética que invita a la reflexión profunda y al diálogo con las tradiciones literarias y filosóficas. Esto lo posiciona como un puente entre la herencia literaria y las preocupaciones contemporáneas de su tiempo.



viernes, 3 de enero de 2025

CONTEXTO SOCIAL Y CULTURAL DE "CONVERSIÓN DE LA ESTATUA DE SAL" (2023), DE JAVIER GATO


Conversión de la estatua de sal de Javier Gato está profundamente entrelazado con los contextos político, social y literario de 2022-2023. Durante este período, el mundo experimentó una confluencia de crisis globales y transformaciones culturales que parecen reflejarse en los temas y enfoques del poemario. 

El libro se conecta con un panorama político global marcado por tensiones geopolíticas, conflictos bélicos y debates sobre la justicia social. Gato utiliza imágenes arquetípicas y alegorías para abordar estas realidades. La sección El Oso y la Doncella está inspirada explícitamente por la invasión rusa de Ucrania en 2022 a la luz de las profecías de diversos videntes católicos. Este conflicto sirve como un marco para explorar temas más amplios de poder, opresión y resistencia. El libro resuena con la polarización política que caracteriza a la época. Temas como el enfrentamiento entre fuerzas destructivas y redentoras reflejan las fracturas ideológicas contemporáneas, tanto a nivel global como local.

En el período 2022-2023, las sociedades enfrentaron desafíos como la desigualdad, el impacto continuado de la pandemia, la crisis climática y las transformaciones digitales. Gato aborda estas preocupaciones de manera implícita, utilizando la poesía para ofrecer una visión crítica y trascendental. El libro critica indirectamente la dependencia tecnológica y el vacío existencial que surge en una sociedad hipermediada, como se ve en poemas como Bill H. GatesLa pandemia de COVID-19 dejó un impacto duradero en la percepción colectiva de la vulnerabilidad y la mortalidad. Estos temas están presentes en la obra, aunque de manera simbólica, con referencias al sacrificio, el sufrimiento y la redención.

La relación de Conversión de la estatua de sal de Javier Gato con el contexto literario hispánico actual se caracteriza por un diálogo con tendencias contemporáneas y una conexión con tradiciones poéticas más profundas. A través de su enfoque simbólico, místico y social, el libro encuentra puntos de convergencia y contraste con otros autores y movimientos de la época. El panorama poético hispánico de la década actual estuvo marcado por una diversidad estilística que combina una búsqueda de lo trascendental con una sensibilidad crítica hacia el presente. En este contexto, Conversión de la estatua de sal destaca por su densidad simbólica y su tono profético. 

Javier Gato comparte la exploración espiritual con autores como Juan Antonio González Iglesias, cuya obra a menudo combina lo clásico y lo trascendental, pero mientras González Iglesias utiliza un lenguaje más accesible y celebratorio, Gato recurre a una densidad imagística y simbólica que lo acerca más al simbolismo y al barroco. Ambos poetas, sin embargo, comparten una preocupación por la dimensión espiritual y su lugar en el mundo contemporáneo. El impacto de la crisis económica, la pandemia y las tensiones sociales ha llevado a una revitalización de la poesía crítica en España; autores como Elena Medel, con Las maravillas (2020), exploran las desigualdades y las fracturas sociales desde una perspectiva íntima y reflexiva. Aunque Gato se centra más en una crítica simbólica y arquetípica, comparte con Medel una preocupación por las tensiones del presente. Gato eleva estas preocupaciones al plano universal, conectándolas con una lírica espiritual y apocalíptica.

La obra de Gato puede encontrar ecos en poetas como María Negroni, que explora lo trascendental desde un enfoque híbrido, entre lo literario y lo místico. Gato y Negroni comparten una preocupación por lo trascendente, aunque Negroni adopta un enfoque más minimalista y fragmentario, mientras que Gato se inclina por la densidad barroca. La poesía hispanoamericana reciente también ha abordado la crítica social y política, como en la obra de Raúl Zurita. En Conversión de la estatua de sal, los poemas que abordan el conflicto entre Rusia y Ucrania (El Oso y la Doncella) recuerdan la capacidad de Zurita para vincular la experiencia individual con una narrativa histórica y colectiva. Ambos autores utilizan imágenes de destrucción y redención, aunque Gato emplea un lenguaje más alusivo y simbólico.

El libro de Gato refleja algunas de las tendencias más relevantes de la poesía hispana reciente, posicionándose tanto en continuidad como en contraste con ellas. Temas como la mortalidad y el tiempo son fundamentales en poetas contemporáneos como Ada Salas, quien aborda estos temas desde un minimalismo cargado de tensión emocional. Salas despoja el lenguaje para alcanzar la esencia de lo humano, mientras que Gato opta por una exuberancia simbólica que abraza la complejidad del misterio espiritual. El rechazo al vacío de la modernidad es otra constante en la poesía actual: Luis García Montero critica el individualismo contemporáneo desde una perspectiva más directa, y frente a él, que adopta un tono conversacional y accesible, Gato combina la crítica contemporánea con una estética apocalíptica y mística que trasciende lo anecdótico.

IMAGINARIO CATÓLICO Y PROFECÍA EN "CONVERSIÓN DE LA ESTATUA DE SAL" (2023), DE JAVIER GATO


La dimensión católica y profética de Conversión de la estatua de sal de Javier Gato es central para comprender su carácter místico y trascendental. El poemario está profundamente influido por el imaginario religioso católico, que se mezcla con un tono profético para articular una visión del mundo que busca reconciliar lo humano con lo divino. 

El poemario recurre frecuentemente a símbolos, textos y tradiciones de la fe católica, reinterpretándolos en un contexto poético. Este marco religioso funciona como un eje de significado que atraviesa toda la obra. Gato utiliza citas y temas bíblicos para anclar sus reflexiones en una tradición sagrada. El sufrimiento y la crucifixión son temas recurrentes, simbolizando la redención a través del dolor. En poemas como Paloma, la figura de la Virgen se sugiere como un símbolo de pureza y mediación divina.

El tono profético del libro se manifiesta en su carácter visionario, donde el poeta se posiciona como un mediador entre lo divino y lo humano, anunciando verdades trascendentales y alertando sobre la decadencia moral del mundo contemporáneo. Gato adopta una postura profética al exhortar al lector a emprender un viaje de conversión y purificación. El poemario contiene una fuerte crítica a la desconexión espiritual del mundo moderno, representada por figuras como Bill Gates y las redes sociales. Gato describe escenarios de destrucción y renacimiento que evocan las profecías bíblicas.

El poemario está cargado de símbolos que refuerzan su dimensión católica y profética: el fuego simboliza tanto el castigo divino como la purificación del alma; la cruz representa el sufrimiento redentor; el agua, asociada al bautismo, es un símbolo de renacimiento espiritual; la paloma remite al Espíritu Santo y la gracia divina; el cordero alude a Cristo como sacrificio por la humanidad...

El estilo de Gato refuerza esta dimensión mediante un lenguaje que recuerda la poesía mística y la liturgia católica. La repetición, las imágenes de sacrificio y los llamados a la trascendencia evocan cánticos religiosos y textos proféticos.
La obra conecta con la poesía de autores místicos como San Juan de la Cruz o Teresa de Ávila, especialmente en su énfasis en la unión con lo divino y la purificación a través de la ascesis.
La dimensión católica y profética de "Conversión de la estatua de sal" está profundamente entretejida en su simbolismo, tono y temática. Javier Gato utiliza el imaginario católico para articular una visión espiritual que critica la desconexión del mundo moderno y exhorta al lector a emprender un viaje de redención. La obra no solo es un reflejo de la fe y las tradiciones religiosas, sino también una llamada urgente a la transformación personal y colectiva.